Gabi -como le llamo con cariño- recuerda las tostadas de la Alcazaba, sobre todo las de roquefort. Y también los típicos churros del Casco Antiguo y las aceitunas de 'La Corchuela'. Todavía se relame con el bacalao dorado que compraba en el Eroski de la Plaza de San Francisco y curiosamente se detiene en un Döner Kebab cercano al Pirulo, "me han contado que cerró el local, me apenó muchísimo", me dice afligido.
Y sí, en su gama de recuerdos gastronómicos clasifica en un lugar privilegiado productos típicos de Extremadura. Cita unas "migajas de pan fritas" que le preparaba su compañero de piso, y el jamón "que te invitaba a entrar solo con pasar por la puerta de los locales".
Ahora Gabi, vive en Buenos Aires y trabaja en un portal destinado a universitarios y graduados en el que "me pagan y me dejan vivir", cuenta. Aún viviendo muy lejos de Badajoz, puede comprar la mayoría de los alimentos que aquí consumía, "es lo que tiene la globalización", apunta.
Pero lo que más extraña es ir de tapas "tomarme una cañita y esperar algo para comer, luego otra cañita y otra cosa...". Allá -como él dice- no encuentra locales que ofrezcan esta costumbre tan castiza que los extremeños no perdonamos "aunque haya crisis".
Este argentino y extremeño de adopción, promete que pronto volverá a nuestra tierra, donde estudió y disfrutó de sus gentes e hizo buenos amigos. Mientras llega el día, se conforma con pensar en la comida "unida a recuerdos, a buenos momentos".
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